(por Santiago Alonso, periodista y conductor de Cosa Nostra los Lunes y Viernes a las 20:00 hs por FM Oeste)
Pertenezco a una generación que vivió la censura editorial en carne propia. Como muchos que están suscriptos a la página de Magic Kids, Locomotion y demás series de los 90, habrán tenido en su mano una revista Lazer. Yo en particular tuve mi primer ejemplar allá por 1998, es decir, el número 10. La tapa era de Teknoman y tenía una nota sobre Dragon Ball GT. No había internet en las casas y la forma de acceder a determinados contenidos era a través de VHS, revistas y televisión. Y eso era todo.
Magic Kids censuraba tetas en Ranma 1/2 y periodistas reaccionarios como Daniel Hadad (aunque talentoso en lo suyo) afirmaban que el ánime era pornografía infantil. Primer error.
A principios de la década del 2000, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires contaba con una comisión censora. Estos eran señores/as que trabajaban de ver revistas todo el día. Si veían algo que atentaba contra la “moral y las buenas costumbres”, calificaba la publicación de “exhibición limitada” y con bolsita negra.
Vieron unas tetas en una Lazer y mandaron a retirar de los kioskos el ejemplar número 17 (tapa Saber Marionette J) argumentando que de esa manera cuidaba a los chicos de material inapropiado.
Pero el problema era otro además de la censura. Que se seguía (y se sigue) asociando “ánime japonés” y “Dragon Ball” a contenido infantil. Parece mentira. En tiempos en los que las convenciones de comics están nutridas por personas de todas las edades y en especial adultos con capacidad de compra y personajes “cool” de la farándula usando remeras de Los Caballeros del Zodíaco, pareciera que hay que explicarlo nuevamente. El ánime no es para chicos en términos generales y los japoneses tienen otros códigos de humor muy diferentes a los nuestros. Ven la sexualidad y las relaciones personales de otra manera.
El Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires presentó una nota ante la Defensoría del Público, quejándose por de una escena de Dragon Ball Super en la que el Maestro Roshi hace lo de siempre: intenta zarparse con una chica, algo que no sólo nunca logra, sino que además termina casi siempre con una respuesta violenta por parte de la víctima que , en clave de humor, lo pone en su lugar.
“Desde la Defensoría consideraron que el capítulo del citado dibujo animado vulnera los derechos de niñas, niños y adolescentes y entra en conflicto con la normativa sobre la erradicación de la violencia por razones de género”, dice el sitio Info News.
Ok. Queda claro entonces que todos los que hayamos visto o veamos Dragon Ball seamos acosadores en potencia ¿quién lo puede negar? Tenemos todo un ministerio provincial que parece avalar esa teoría y ante la “apretada”, el canal Cartoon Network y su empresa WarnerMedia no sólo van a editar los capítulos, sino que directamente optaron por sacarla del aire y evaluar si vuelve o si no sucederá nunca más. Ya está: a partir de ahora y con la salida del aire de la serie la policía le tomará de inmediato la denuncia a las mujeres golpeadas y dejará de relativizar las preocupaciones de quienes son acosadas por sus ex parejas.
Como Roshi ya no está en pantalla dejarán de decirle a las mamás preocupadas que no encuentran a sus hijas que “seguro se fueron con el novio”, cuando van a una comisaría.
Se arregló inmediatamente el país con la medida. No se como no estamos festejando en el Obelisco.
Algo similar ocurrió con el personaje de Pepe Le Pew quien continuamente insistía a una zorrina que lo acepte, cosa que no pasaba. Algunos grupos feministas en Estados Unidos pidieron eliminar al personaje de los Looney Tunes, cosa que terminó sucediendo. El criterio es ese: pedir la cancelación y por lo tanto, la censura.
Miguel Paulino Tato fue un reconocido censor argentino. Hace medio siglo, su tarea era mandar a cortar escenas y secuestrar latas de películas para que el público no las pudiera ver. Decidía por la ciudadanía que producción artística podíamos mirar y cual no. Si estabamos o no preparados para ello, pasaba por su criterio y nunca por el nuestro.
En reportajes periodísticos se ufanaba de haber hecho “una tarea higiénica” eliminando tetas, culos y escenas de sexo, entre otras cosas. Lo hizo en democracia y lo hizo mucho más en la dictadura militar, donde se prohibieron películas como “La Naranja Mecánica”, “La Hora de los Hornos” y otras obras de relevancia que luego fueron vistas con mayor insistencia. Hasta hubo gente que con tal de ver el film de Stanley Kubrick viajó a Uruguay. Otros lo hicieron en proyecciones clandestinas. Un fulano conseguía una copia y al tener un proyector, avisaba a amigos y familiares para ver el material en secreto.
Volviendo a Dragon Ball Super: si, Roshi es un viejo pajero que siempre recibe su merecido y lo que hace está mal. Pero sus conductas en la serie son reprobadas sistemáticamente y no constituyen ni por asomo un eje central en la historia. De ahí a pensar que genera conductas, hay un trecho enorme.
Esto es más viejo que vos y yo, querido/a lector/a. Siempre que se censuró algo, se le dió más potencia. Por otro lado, pareciera que las fallas en la educación del hogar nunca son responsables de las conductas de los individuos. Siempre son los medios. Lo más fácil siempre es depositar las culpas en el otro.
En los 90 se satanizaba el rock y se decía que Marilyn Manson y Metallica eran una pésima influencia, que alejaban a los chicos de la religión y las buenas costumbres. También que South Park promovía la muerte y que la gente dijera groserías (porque palabras como “hijos de puta” nunca se dijeron antes de 1997, cuando salió la serie).
Entonces hice cierta evaluación:
Yo jugué al GTA y nunca salí a robar coches. Leo comics de The Punisher y no se me ocurrió hacer justicia por mano propia.
A los 15 años (tengo 36) miré las dos películas de Battle Royale y leí el manga y jamás se me ocurrió entrar armado al salón de clases a matar a mis compañeros. Hubo un caso así en Carmen de Patagones porque le hacían bullying a un pibe y ni los padres ni los docentes frenaron la locura a tiempo.
Lo que jode es la doble vara. Hacen un escándalo con una escena tonta de un personaje y nada dicen de las letras de traperos y raperos del momento, que en sus canciones cosifican a la mujer y hacen apología del delito. Pido disculpas si esto les hiere algunas de sus representaciones y fanatismos musicales.
Todos tenemos algunas y en este caso se meten con las nuestras. Aún me río cuando se decía que Kiss pisoteaba pollitos en vivo en sus recitales. Éramos muy inocentes en los 90.
A diferencia del Ministerio y sectores que lograron el recorte de contenidos, no tengo como objetivo pedir censura. Yo no soy Miguel Paulino Tato, ni quiero serlo.
Creo en el debate, en la educación, en un Estado presente, en los valores entendidos como el respeto por el otro y en diferenciar un chiste de una declaración en serio en el marco de una ficción que tan solo es eso, ficción.
En todo caso lo que sería bueno debatir es si Cartoon Network es el canal para que pasen series de ánime. La estrategia de la señal cambió sustancialmente y apunta a chicos muy chicos, de 4 a 11 años, por lo que el público que disfruta de Mob Psycho 100, Radiant, Dragon Ball Super y otras series sólo lo hace a la medianoche en el bloque Toonami, que no tiene repeticiones de día.
Y hasta soy más extremo: quizás sea momento de que o no haya ánime en tv para que no se confundan los tantos o que se cree definitivamente una señal que deje en claro que sus contenidos son para un público adulto, informado y que – especialmente – sabe diferenciar lo que está bien y lo que está mal. Locomotion fue un ejemplo de ello.
Ojalá no tengan por costumbre salir a censurar Lolita y otras obras de la historia del cine y literatura. Porque cuando se busca eso y no concientizar en serio, no hay heroísmo, sino pereza, totalitarismo, y renuncia al pensamiento, cuyos resultados lamentablemente ya conocemos.
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