Cuenta la historia que Pastrana era un niño que hablaba lengua Mixteca, con su propia estructura lingüística, es decir hablaba perfecto su lengua originaria. Pero fue víctima de falta de respeto a su cultura, de falta de interés en comprenderlo por parte de los colonizadores españoles que desconocían su lengua. El período colonial se encargó de desestimar y marginar a los pueblos originarios considerándolos inferiores.
El hecho relata que Pastrana fue diagnosticado como enfermo mental. Fue lamentablemente un claro ejemplo de diagnóstico erróneo, que trae injusticia aparejado con el despojo de su dignidad y voz. El etnocentrismo de los colonizadores sobre los pueblos originarios, hizo que el niño tuviese que cargar con un diagnóstico erróneo, entonces me pregunto… ¿Quiénes eran los enfermos… quienes eran deficientes…? ¡Los colonizadores fueron los que traían enfermedades…! ¡Ellos les trasmitieron a esos pueblos originarios varias enfermedades con consecuencias desbastadoras…! ¡Pero al enfocarme en la injusticia que cometieron con Pastrana, digo… ellos eran los que estaban con un déficit!… me refiero a la faltaba de empática!
Frente a esta triste historia pienso que el compromiso está en ser agentes transformadores, fomentando empatía, respeto y la inclusión. Nuestras acciones y actitudes puedan contribuir a respetar y valorar las culturas diversas que enriquecen nuestra sociedad, aportando al desarrollo integral de todos. Respetar, involucra todos los ámbitos de la vida, desde la cultura, el idioma, la orientación sexual, hasta diferentes formas de entender el mundo. Promover un entorno más justo, para el bienestar de todos.
Por Alicia Butus