por Santiago Alonso
José trabaja como delivery de Rappi.
José es independiente y especialmente precarizado. No tiene obra social, ni aportes jubilatorios, tampoco antiguedad, aguinaldo ni cobertura de ninguna índole. Al momento de firmar virtualmente las condiciones de la aplicación para poder ser repartidor, dió consentimiento para que la empresa propietaria del sistema no responda por el si lo atropella un colectivo o si le pasa algo.
José cobra en tanto reparta. Es su propio jefe pues, no tiene que cumplir un horario, su recaudación depende de la franja horaria que elija para ese día. Puede trabajar una hora por día, dos, seis, diez, doce o ninguno. Rappi tampoco se va a hacer cargo si es él quien en el afán por hacer un record de entrega de sushis y pedidos de hamburguesas para llevar un mango extra a su casa, termina lastimando a alguien con su vehículo. No le debe nada a nadie y al mismo tiempo está enojado porque cuando quiere cruzar la 9 de julio ve que un grupo de piqueteros cortan todas las arterias reclamando un aumento en los planes, beneficio que el no percibe al ser autónomo. Tampoco lo quiere porque considera que la guita “se hace laburando”.
José terminó la secundaria con 19 años y como hacía falta guita en casa y a su vez quiere sostenerse por la suya, que optó por esta presunta posibilidad. Las empresas a las que se postuló pedían perfiles de entre 18 a 25 años “con experiencia”, como requisito excluyente, pensando José que en una de esas podía ser pero la firma parece que exige antecedentes casi de trabajo infantil dado el divorcio entre la edad solicitada y el requisito del cartel que le llegó por Whatsapp para entrar a laburar a un local en un shopping.
En sus ratos libres, especialmente a la noche, usa Tik Tok. No ve noticias porque los canales de televisión está llena de viejos de más de 35 años. No le hablan, entonces no prende. Scrollea videos de League of Legends, del anime One Piece, chicas bailando en un boliche de la zona, unos perritos haciendo acrobacias y a Javier Milei, que dice que los políticos son todos unos ladrones hijos de puta. “La casta está de fiesta mientras nos cagamos de hambre, soretes!”, es otro video de el muy famoso. Ese segmento tiene algunos años y es de cuando el economista más votado tenía un programa de radio, de donde se sacan recortes para viralizarlos entre las redes como Tik Tok e Instagram.
José no siente que haya un “Estado presente”, su padre tiene tres laburos y su mamá dos. Apenas los ve durante el día, un rato a la hora de la cena para poder conversar para luego irse a dormir pronto porque el cansancio pesa sobre sus cuerpos y saben que pasarse un par de horas de sueño supone un peligro para la jornada siguiente. Quedarse dormidos no es una opción. La tentación de decir “hoy no reparto nada” es grande, pero grande puede ser el faltante en la cuenta para afrontar la luz, que otra vez subió o el kilo de milanesas, el pan y la leche, que también subieron.
Cuando Cristina ganó en 2011 José tenía apenas 8 años. Sus viejos tenían un comercio que funcionó muy bien entre 2007 a 2018, cuando los tarifazos de Macri fundieron buena parte del comercio minorista y el gobierno de Juntos por el Cambio contrajo la deuda más grande de la historia de nuestro país, cuyas consecuencias siguen profundizándose al día de hoy.
Por esa razón, José no vota a ni a Larreta ni a Bullrich – centralmente por consejo de sus padres – pero tampoco a Unión por la Patria. Para esto último no hizo falta un consejo paternalista, sino que la propia realidad lo empujó a dejarse llevar por la furia de sentirse forreado, entre otras cosas por ver que conocidos suyos trabajan en el Estado porque un familiar los hizo entrar y porque no tiene acceso a la universidad pública y gratuita ya que para poder cursar en los horarios estrambóticos que proponen, tiene que acortar la mitad de su jornada laboral, regulada por él. Pensar en un crédito para un plan Procrear no existe ni en sus fantasías más trasnochadas.
José planteó entre amigos – entre birra y pizza – que quería votar a Milei. José está enojado. Sus amigos que andan en una situación parecida también lo iban a hacer. Su único contacto con la izquierda fue un video de Manuela Casteñeira con un rap feminista que hablaba de deconstrucción y salarios de medio palo. En Tik Tok encontró a una chica de La Cámpora que inorgánicamente decía desde su habitación con luces led que los votantes libertarios eran una manga de virgos machirulos, dinosaurios , pajertos y fascistas, una rejunte de incels que entre 8 o 9 apenas hacían media novia.
José está más enojado. Y como José hubo muchos. José es joven y el partido que debería representar los intereses de la clase trabajadora tiene una linea juvenil cuyos referentes tienen 46 años, hace rato que no saben que es tomarse un bondi, pero si conocen mucho de rosca subterránea. Tienen chofer, propiedades, amantes, privilegios y vías de escape en la provincia si todo sale mal. Del otro lado, un loquito de ojos celestes y pelos raros que grita como le gustaría gritar a José, pero no puede porque no se lo escucha y si alguien lo escuchase, no le importaría.
José asiente frente al celular y dice que Milei tira la posta. Subió el dolar, subió la comida, mataron a Morena, afanan en el barrio, afanan en las calles, el presidente no existe más, el gobierno es un ex gobierno, todos hablan, uno grita. Llega el día de la elección y José agarra una boleta color lila, centralmente porque hoy siente que no tiene nada que perder.