En noviembre de 2015 unos vándalos anónimos realizaron una pintada ofensiva en la Casa de la Memoria y la Vida. El clima de época producto del triunfo de Cambiemos generaba condiciones para sacar a flote lo peor de una porción de la sociedad.
Opinión – Por Santiago Alonso
En diciembre de 2014 Mauricio Macri se perfilaba como un muy probable candidato a presidente. Iba a saltar el terreno de la endogámica Capital Federal para lanzarse a nivel nacional con una alianza entre macristas, lilitos, radicales y hasta algunos que se decían “socialistas”. Esa nueva “Unión Democrática” se llamaba Cambiemos.
La historia es reciente y sabida. Ganaron Nación, ganaron la provincia de Buenos Aires con una operación mediática y ganaron Morón. La desunión del peronismo y del Frente para la Victoria generó condiciones para que se alzase con el triunfo en el plano local el – por entonces – concejal Ramiro Tagliaferro. El edil había ganado trascendencia en los medios nacionales por ser la pareja de María Eugenia Vidal. El Frente para la Victoria con Hernán Sabbatella como candidato a intendente perdía las elecciones y con él, Nuevo Encuentro dejaba de ser gobierno luego de 16 años de renovar su mandato.
El clima de época posterior a las primarias y en especial a las generales produjo una energía densa, oscura para aquellos que consideramos que nada bueno podía venir del submundo amarillo de aprender a meditar y respirar, del “si sucede, conviene” y deudas de la familia de Franco, entre otras aberraciones.
Estamos en noviembre de 2015. Faltaba el ballotage. Desde el oficialismo la militancia realizó una campaña conmovedora pero confusa. “El candidato es el proyecto” decían en alusión a la despersonalización de Scioli, el aspirante a la presidencia resistida por el núcleo duro. No alcanzó. Cambiemos tenía un candidato claro, del que su militancia estaba convencida. De este lado no. Hubo muchos “peros”, una campaña brutal en contra desde los medios masivos y la derrota. Sin embargo, quedaba el último período de elecciones que iba a ser el definitivo y que marcaría los próximos 4 años para el país.
Una mañana aparece en la Casa de la Memoria una pintada que decía “El 22 se acaba el curro”. Una provocación, una amenaza de parte de cagones desconocidos que sólo serían capaces de decir eso desde las sombras. Ante eso, la reacción.
Madres, Abuelas, Hijos, militantes, políticos (que si, también son militantes), vecinos sensibilizados, familiares de desaparecidos, torturados, picaneados, apropiados, reventados a palos, tirados al mar y periodistas estuvimos allí con la voluntad de poner el cuerpo, sacar algunas fotos, dejar claro que si avanzaban sobre las conquistas iba a haber resistencia y la hubo. El primer paso fue en el Gorky Grana en Castelar.
La Casa de la Memoria y la Vida funcionó como centro clandestino de detención. Alli estuvieron detenidos ilegalmente Guillermo Fernández y Claudio Tamburrini quienes junto a otros jóvenes se fugaron del lugar tras estar 100 días secuestrados por grupos de tareas en 1977. El lugar era sinónimo de horror. En el 2006 se filmó allí la película “Crónica de una fuga” con Rodrigo de la Serna, Pablo Echarri y Nazareno Casero con dirección de Adrián Caetano.
En los 90 y en plena sintonía con los tiempos de la fiesta menemista, la Casa estuvo vaciada y sólo utilizada por el entonces jefe comunal Juan Carlos Roussellot para reuniones políticas y agasajos privados.
Ya en el 2000 y con el gobierno de Martín Sabbatella se reacondiciona el lugar y comienzan las tareas de investigación, los arreglos de la Casa y la consigna de llenarla nuevamente de contenido. Desde allí funciona la Dirección de Derechos Humanos hasta el día de hoy. El 1ro de julio de ese año fue inaugurada con un acto inolvidable y cuyo registro se halla en los archivos de un libro que el municipio puso a disposición en su web. Lo pueden ver en este enlace.
Los organismos le hicieron frente a la intimidación y tiempo después intervinieron la pintada con la leyenda “La lucha no termina”, un mensaje de esperanza y una lección necesaria en tiempos en los que no había margen para alegrarse.